Toros de Adolfo Martín, cinqueños, flojos y descastados. Un aburrimiento de festejo, en el que todo iba muy rápido hasta que en el cuarto cayeron unas gotas, como comienzo de lo que luego caería en el quinto. Ya me pilló fuera de la plaza, y hablé con un amigo que se había quedado para que me contara lo que había pasado y me dijo que nada. que le habían pedido la oreja a Escribano por su labor en conjunto, y que el usía no se la había concedido. Por algo sería, pues los presidentes son gente con principios. Yo ya estaba en el circular y pensando si la refrigeración del bus me iba a atacar los huesos tras la caladura que había pillado. Y mañana según cuentan habrá que ir prevenido y coger el capote verde que guardé, pensando que este año ya no me iba a hacer falta. Paciencia, que ya no va a haber un matador por la puerta grande en esta edición, Lo que queda ya son festejos con apellidos, y no propiamente de feria, aunque los empresarios te lo disfracen.
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