Treinta y uno de mayo. Vigésima de feria. "No hay billetes" en tarde soleada y bochornosa. El rey emérito en la meseta de toriles, y Morante en los bajos del siete.
Toros de Guadalix, de Victoriano del Río, bien presentados, aunque con menos trapío que kilos. Salvo el quinto, todos hicieron una pelea ridícula en varas. El tercero, manso desde que salió del portón de chiqueros.
Hubo orejas, que no se olvide su importancia, pero cuando la plaza vibró fue cuando Tito, picador de López Simón, realizo la suerte de varas como debe de ser. Picó, cosa que no se hizo en ninguno, fue derribado en la primera entrada, en el que la puya había caido en su sitio, y en el segundo mejoró lo anterior. !Que pena, que los presidentes tiren de pañuelo, cambiando el tercio, cuando al toro le faltaba una vara y la afición lo reclamaba¡ Daba gusto, ver a aquel animal arrancándose de largo y empujar. Sin duda, optará a la vara de la feria.
Los trofeos, cayeron en el tercero y en el cuarto, y fueron a manos de Roca Rey y de Perera. Vino ayer un aficionado veterano, de los tiempos de "El Ronquillo", y que por motivos familiares, dejó de acudir con asiduidad. Hoy volvió, como hace todos los años en una corrida o dos y el hombre se quedó cavilando al ver las peticiones y concesiones de oreja. Me dijó : ¿ como es posible que la plaza de Madrid pida orejas por estos trasteos, en los que no ha habido dominio, las lidias, en varios momentos eran capeas, si no se han picado los toros? Y yo le contesté: La plaza de Madrid ahora es así. Y ese es el futuro. Me dijo: Pues aún tenía pensado venir a otra. Quizás pueda ver una verónica. Ven, Abad y no te rindas como han hecho la gran mayoría de aficionados.



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