Dos de junio. Vigésimo segunda de feria. "No hay billetes" en tarde, que comenzó con lluvia en el paseíllo y acabó con viento fresco. Entre medias sol y calor.
Toros de Domingo Hernández, bien presentados, con mucha romana, y que en los montados no cumplieron. La excepción fue el sexto, gran toro, que se arrancó de largo al caballo de Puchano, que le cogió perfecto en la primera, y trasero en la segunda. Como lo de las tres varas es un sueño, nos quedamos sin verla. "Granadino ", cinqueño, será uno de los toros de la feria. Se pidió la vuelta para el con total merecimiento, pero el presidente ya había gastado los pañuelos blancos y no le gustó sacar el azul, por si era mucho. No demostró tener sensibilidad, para con el toro, y le sobró para el torero.
Ni me rasgo las vestiduras, ni me quemo a lo bonzo, ni la oreja cortada era la mía, pero a Ponce le concedieron una segunda oreja, que el mismo, conocedor de la plaza, se creerá. No es una cuestión de animadversión hacia el torero, es la falta de conocimiento y mesura de la plaza, cuando salen pañuelos, para premiar una faena que no resiste ningún análisis, mirado desde el punto de vista, de lo que debe de ser Madrid. Tuvo merito, el que un torero de vuelta de todo se pusiese a justificarse, en una faena superficial, con abuso de pico, con no menos de una decena de enganchones y que rematara al flojísimo toro de un pinchazo feo y una media tendida. La clave estuvo en el abaniqueo final, decía uno .Si así fuese, ¿que tipo de afición toma asiento en Las Ventas? Y dudo mucho que la petición fuese mayoritaria, escuchando la bronca que se llevó el presidente, al acabar la vuelta del torero. No venía solamente de la parte de los malos, esos que niegan todo.
En el segundo, al que cortó la primera oreja, que se fue sin picar, que raro, le hizo una faena con unos muletazos clásicos en el, con la rodilla flexionada, con plástica y belleza. Un circular que llevo al éxtasis a los aficionados curiosos, que no a los conocedores y que remató por bajo de bonitas maneras. También necesito de un pinchazo, antes de cobrar la estocada, pero a diferencia del cuarto, en este no hubo protestas. A destacar que durante toda la corrida, estuvo muy torero, como director de lidia, y pendiente de cualquier avatar que sucediese en el ruedo.
David Mora saludó dos ovaciones, y fue avisado en los dos de su lote. Su primero fue un buey, con un pitón derecho que tenía guasa, aunque en el devenir de la lidia mejorase. Otero puso un par dificílisimo, el toro esperaba, y Mario Herrero estuvo hecho un pinchauvas. Brindó al público y estuvo aseado. Salió revolcado y herido de la estocada al quinto, en la que estuvieron muy bien, Antoñares con los palos y Otero en la brega.
Y Varea, tuvo la mala suerte de encontrarse a un toro bravo, lidiado en sexto lugar y con el que no estuvo a su altura. La cabeza decía y el corazon mandaba. Entrega es todo lo que pudo poner el confirmante, superado por las embestidas. Encima sopló el viento en este toro. Con el que confirmó, manso, dió el mitín con el descabello.
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