Tarde ventosa. Lleno. Toros de Peñajara, desiguales de presentación y juego. Mansos en general, salvo el segundo, que sin ser un prodigio de bravura, se dejó pegar en el caballo sin huir. El quinto, fue un sobrero de Carmen Segovia, grande y flojo. El cuarto saltó al callejón por el burladero de matadores. Eugenio de Mora, pasó a la enfermería, después de matar al cuarto, por un pitonazo en la mano.
César Jiménez sorteó lo más potable del encierro. “Rodalito”, el segundo, fue un toro que tuvo fijeza en la muleta, humilló, tuvo largas embestidas y transmitió. No llegó a su altura el matador, que le toreó sobre ambas manos, tras comenzar de rodillas. Es verdad, que ligó los muletazos mas con poco ajuste y temple. Estocada desprendida y cayó la primera oreja de la tarde. Repetiría trofeo en el quinto, el sobrero de Carmen Segovia. Salió el toro suelto de los lances de recibo, tras dos entradas al piquero, perdió las manos. Se dolió en banderillas, donde Arruga prendió un sensacional par. Planteó la faena en terrenos del cinco, sobre la diestra. Algo rebrincada la embestida. Sobre la izquierda, muletazos a media altura ligándolos y un bonito cambio de mano. Pecó de posturas y de despatarrarse. Otro espadazo caído y con vómito invitó al presidente a sacar el pañuelo. ¡Qué público! ¿Cómo se puede pedir una oreja, después de visto lo visto? Bueno, pues, pañuelos había. Por la Puerta Grande se lo llevaron, no sin protestas. Eugenio de Mora, tuvo un lote imposible. Su primero, se frenó, salió suelto en el caballo, al que derribó en la segunda entrada, se defendió a cabezazos, le rompió el estaquillador. Una alhaja. Estocada caída y tendida y a los carniceros. Al cuarto, el saltarín, le liquidó de una estocada caída. Javier Cortés, tampoco tuvo muchas posibilidades, y además a diferencia de su compañero, no tiene su oficio. El tercero, le enganchó el capote, salió suelto del caballo, se dolió en banderillas y entre que no humilló nada y los enganchones, con el viento soplando, se fue todo al limbo. Mal con la espada. Pinchazo bajo, Estocada en el sótano y tres descabellos en los medios. El cornalón sexto le puso en apuros en los lances de recibo, salvados por un gran quite de su banderillero Infante. Le coge el de tanda en la puerta de cuadrillas, y luego le da en el ocho. Se quedó sin picar, y el brindis al público pareció poco afortunado, ante lo que allí había. Llego el bicho con movilidad y allí solo hubo cabezazos, desarmes y tarascadas. Pinchazo y sartenazo y a casa con el recao. Y con una Puerta Grande, que eso vale mucho.
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