Parecía que fuese ayer. ¿No serían estos toros los mismos
que arrastraron veinticuatro horas antes? Fotocopias del fenotipo y calcado el
genotipo. ¿Que hemos hecho los aficionados para merecer esto? ¡Que castigo para
el cuerpo y la mente sentarse para ver siempre lo mismo! Siendo muy mal
pensados, estos dos tostones sufridos, ¿no serán un via crucis, para que mañana
se desencadene la apoteosis y salgamos toreando todos por la calle de Alcalá?
Tremenda decepción ante el descaste de la misma ganadería,
en tan solo dos días. Repitieron comportamiento. Sueltos, buscaron tablas, cabecearon
petos. Todo lo peor que se le pueda desear a un toro de lidia, lo hemos visto
doce veces seguidas. Diferencias hubo.
La corrida era la de la Prensa, nada mas y nada menos. Acudió la Infanta Elena
a la que solo brindaron un toro. Cesar Jiménez en el quinto hizo los honores y
se los podía haber ahorrado. Con un intento de toreo al natural, se encontró con
miradas perdidas y descaste. Luego pinchó varias veces . Su primero fue el mas
noble y tonto del encierro. Iba y venía para ná. Le avisaron. El Cid anduvo por allí. Su primero recibió un
puyazo fuerte en la primera entrada, luego se durmió en el segundo. Se dolió en banderillas y se fue a chiqueros.
Lo despenó en terrenos del cinco. El impresentable cuarto, toraco de 635 kg. Suelto,
sin picar, descastado del todo. Y Fandiño
embistió al impresionante sexto, se fajó con el, le sacó lo que se podía
y le cortó una oreja. Oreja que sonó a compensación para la gente que acudió a
la plaza, y se aburrió ante la séptima entrega de esta feria que ya comienza a
ser insufrible. Dejá vu.
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