Dos broncas monumentales se escucharon ayer en Las Ventas.
Se las llevó Julio Aparicio. De esas
broncas que siempre han existido y que reavivan el espíritu
de lo que siempre puede pasar en una plaza de toros. ¡Que lejos del
adormecimiento y la modorra de otras tardes¡ Siempre fue así la fiesta de los
toros. Aparicio estuvo mal, no quiso ni ver a ninguno de los de su lote, se
inhibió en muchas fases de la lidia, parecía que no estaba allí, y pego el
petardo. Y para petardo los que pegaron los toros de El Ventorrillo,
mansos, impecablemente presentados, pero
con guasa. Cierto es que Aparicio no dejó mucho tiempo para que los viéramos,
pero el lote de Curro Díaz fue infumable y el de Eduardo Gallo parecido. Se
recibió a Julio con una ovación que correspondió saludando. Mucho calor en la
plaza y muchos huecos vacíos. No recuerdo el día del Santo que no se pusiese el
no hay billetes desde hace muchos años. Gallo se la jugó en sus dos oponentes, dando
una imagen de querer hacer las cosas bien. Saludó desde el tercio tras pasaportar
al primero de su lote, en el que brilló su picador Zambrano. Aguantó tornillazos
y le despachó de pinchazo sin soltar y una estocada caída. El sexto le brindó
al publico y recibió cabezazos de un toro rebrincado, distraído, que escarbó en
varios momentos. Y Curro no tuvo ninguna
opción ante toros que buscaron tablas, huyeron a chiqueros y se frenaban para
derrotar en los engaños. A ambos los mató en terrenos del cuatro. Téllez se lo
curró en el cuarto, Otero puso un buen par en el mismo toro. Hubo emoción en
varias fases de la corrida y pocos se aburrieron.
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