El vacío. Y después del vacío, nada. Semovientes, sin
ninguna de las características que se presuponen que debe de tener un toro de lidia. Agua en las venas. No vale
hablar de exceso de peso. No vale decir que los matan en el caballo. No vale
decir, que a Madrid no vienen los toros en tipo. No vale nada. Toros podridos, que hacen que el
aficionado salga de la plaza asqueado. Y ayer dieron un premio a esta
podredumbre. ¡Que sarcasmo! Y la plaza llena. Y veintitrés mil almas, en pena,
calle Alcalá arriba, maldiciendo haber venido, y pensando que ayer el tormento
duró poco, y que todavía eran las nueve y estaban en la calle. Y como el cupón.
La ilusión de todos los días. Ganaderos, empresarios, todos los que vivís o tenéis
intereses en esto, despertad. La ilusión se va, como a los niños cuando se
enteran quienes son los Reyes Magos.
Se lidió un encierro de Juan Pedro Domecq, con pitones, de
aceptable presentación y los diestros encargados de estoquearlos, fueron
Morante de la Puebla, Talavante y Juan Pablo Sánchez que confirmaba. Poco
pudieron hacer, ante esta corrida por la que se pelean todos, incluidos los del
G-10. Detalles, poquitos, si acaso anunciarse con esta ganadería y otras de
similar catadura. La plaza se llenó, hizo buen tiempo, no molestó el viento y
mañana será otro día.
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