Era una de las de la feria. De esas, que todo el mundo va
pensando, en que hoy va a ser. Toros de Alcurrucen, toreros como El Cid,
querido y elevado a los altares por la afición de Madrid, el emergente Fandiño,
también consentido por los que se sientan en esta plaza, y Miguel Ángel Perera,
que también triunfó en esta plaza y regó de sangre su albero. Los toros
estuvieron correctamente presentados, fueron correctamente mansos, tuvieron las
fuerzas correctas e incluso alguno llegó al último tercio, diciendo y pidiendo
que le cortaran, al menos una de las dos orejas. Y fueron tan correctamente
picados, que alguno llegó al último tercio, sin picar. Y allí llevaron los
toreros su penitencia. El peor lote correspondió al de Orduña, y a ambos los
picadores les contaron un chiste. Faena irregular al tercero, que comenzó con
una buena serie, le ahogó la embestida después. Le pegó unas bernadinas muy
quieto y le pinchó arriba, para acabar con una estocada trasera. Fue avisado.
El sexto fue violento, derribó al picador y llegó a la muleta con la cara arriba y
pegando derrotes. Pasó apuros. Perera hizo un buen quite a Pedro Lara que salió
perseguido del tercer par. Brindó al público. No pudo con el yle despachó de
una trasera que hizo guardia y un descabello.
Perera y El Cid, me recordaron la lectura de un libro, que
pasó por mis manos hace ya unos años. El torero y su sombra, se llamaba. Quiero
y no puedo. Muletas retrasadas, pico, fuera de cacho, encorvados. La sombra que
persigue a quien no puede. Arrancaron alguna ovación, pero también muestras de
desagrado y a sus dos primeros toros los mataron horrible. Perera se fue al
cuatro y allí enardeció a la peña, que se sintieron morir cuando colocó una
chalequera. Seguro que aquel sector le hubiese pedido la oreja, por aquel toreo
pueblerino. Salió a saludar con una fuerte división. El Cid, también fue
aplaudido en el cuarto, pero el toro en el arrastre lo fue mas. Decepción .Una
más.
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