miércoles, 11 de mayo de 2016

Feliz como una perdiz

Sexta de abono. Once de mayo. Desapacible y lluvioso el tiempo. Algo menos de tres cuartos de entrada. Toros de "El Torero" con el remiendo de un quinto de Torrealta. Desigualmente presentados, tres y tres. Escribano, Fandiño y Ureña los encargados de pasaportarlos.
Hoy ha venido conmigo a los toros mi amigo Juan, que desde Lorca se pegó  el viaje para ver a Ureña. Avisado estaba, de como se las estaba gastando el agua por estos lares. Muy católico el, y no se si blanco o azul, estuve por pedirle que intercediese ante quién fuera menester para evitar lo de ayer.. O sea lo que podríamos decir, como una antirrogativa. O como lo de ser anti suena mal que pidiese una rogativa contra la lluvia. Escribo estas lineas en el metro, en la linea uno, y no se si cuando salga de las profundidades, me encontraré con el agua nuestra de cada día. Libranos señor de las nubes de evolución diurna que prometen atacar de nuevo. Mas que nada por este hombre, venido de tan lejos. Pero atacaron ¡vaya que si atacaron! 
La corrida se dio, porque a las siete de la tarde, el agua caía con timidez. Luego sería ella. 
Escribano estuvo mal, ante un toro protestado de salida, pero que con el transcurso de la lidia, se propuso quedar por encima del torero. Y lo consiguió. En el cuarto estuvo pesado y reiterativo. Fandiño tampoco tuvo su tarde, aunque se llevó una bronca en el quinto, por darle mulé con rapidez. El de Torrealta no tenía un pase, con una cabeza que parecía una devanadera, violento y complicado. Cuando mas llovía hizo lo que tenía que hacer. En el segundo, que fue bien picado por Agudo, y que en banderillas escarbó, se dolió y echó la cara arriba, destacó Ivan García en la brega, como en el quinto con los palos. Tampoco lo vio claro.
Ureña, entregado y valiente, fue el triunfador de la tarde, cortando una  oreja al sexto, trofeo que tambien pudo conseguir en el tercero de no ser por el mal uso de la espada. En ambos se puso en el sitio con la mano izquierda y aunque no logró macizar una faena, si dejo pasajes de buen toreo. En todo momento quiso y la mojada afición se lo agradeció. Y mi amigo, que cosas tiene esto del paisanaje, no paró de rebullir y olear lo bueno y lo menos bueno que su convecino hizo. Empapado se fue al hotel, pero feliz, porque uno de Lorca había triunfado en Las Ventas.

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