Tarde entoldada y calurosa. Buena entrada, con claros en los altos del cinco y el seis, como en las dos anteriores. Se guardó un minuto de silencio por las víctimas del terremoto de Lorca.
Toros de José Escolar, tres con mas de cinco años, dos con ellos. Excelentemente presentados, con un cuarto de pavorosos pitones. De juego incierto, y con peligro, hicieron pasar las de Caín a los matadores. El primero, que fue muy aplaudido en el arrastre, se dejó torear con el capote, tuvo fijeza y se arrancó de largo en la primera vara, lo mismo en la segunda y le señalaron una tercera tras haberse cambiado el tercio. La cuadrilla, no anduvo bien con los palos, y Rafaelillo fue pitado tras su labor, en la que hubo desarmes y achuchones, y un mal uso de los aceros. Se repitió en el cuarto el balance.
Robleño lanceó a la verónica en los lances de recibo, siendo aplaudido. Poco pudo hacer con el rajado segundo, de cortísimo recorrido y que cabeceaba mejor que Santillana. Se le fue al sótano la espada. El quinto, que se fue al de puerta en la primera vara, fue un toro muy mirón, y el torero estuvo valiente y porfión.
Alberto Aguilar, tuvo un primer enemigo que llevaba la cara alta y sin fijeza, que se dolió en banderillas, y que se mantuvo a la defensiva en todo momento. Al sexto no se le pudo ni ver, una vez que el picador, de nombre, Juan Carlos Sánchez, cometió un atentado a la lidia y a las buenas costumbres.
Duros y difíciles, fueron los toros, y como siempre pasa en este tipo de corridas, la afición toma partido por ellos. ¿Estamos preparados para ver la lidia, en su mas pura acepción? ¿Pudo algún torero estar mejor de lo que estuvo? Tras ver tanta ruina con cuernos, que embisten como ovejas, cuando la emoción está en la plaza, es duro tomar partido. Pero que hubo emoción y no hizo falta estar en la dura piedra más que hora y tres cuartos, también.
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