martes, 26 de mayo de 2015

Salían del pajar.

Veintiseís de mayo. Decimonovena de feria. Tarde calurosa y soleada con tres cuartos de entrada.
Toros de Puerto de San Lorenzo, mansos, descastados, flojos de fuerzas y con buena presentación. El sexto fue devuelto a los corrales por su invalidez y sustituido por un sobrero de José Luis Pereda, cinqueño.  
Alternaron Ferrera, Abellán y Luque.


Andando salían, como pensando que trabajo les tenian preparado para la tarde de hoy. ¿Seria siembra, aunque fuese un poco tarde? ¿Sería trilla, pero un poco pronto? El caso es que los bueyes iban preparados para ser uncidos y comenzar su jornada. La sorpresa estuvo en que los soltaron en Madrid, en una plaza de toros. Y no les gustó, y querían irse. ¡Que pintaban ellos allí! Se encontraban fuertes para tirar de la carreta, y seguir a su dueño en las tareas que este les encomendara. Cuando saltaron al ruedo vieron a un tío que les presentaba una tela rosa. Claro está, les importaba un bledo. Luego salían unos caballos que les pinchaban. Y entonces se querían ir de allí. Su habitat estaba en el pajar y trabajando. ¿Quién se equivocó para montarlos en un camión y llevarlos a la capital?
Los diestros estuvieron por allí, con mas o menos acierto, a unos les sacaron a saludar, Abellan, y cuando salio escucho protestas. Ferrera puso un gran segundo par al cuarto de la tarde, y a Luque, el sobrero, le enganchó demasiadas veces la muleta aunque lograse dar una vuelta al ruedo, Abraham Neiro, puso dos buenos pares a este que cerró plaza. Y los picadores estuvieron mal, incluso los mas afamados. El público se aburrió, Está claro el porque. Iban a ver toros de lidia y no ganado de labor.

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