miércoles, 25 de mayo de 2016

¿A quien echamos la culpa?

Vigésima de feria. Veinticinco de mayo. Tarde nublada y agradable. Se devolvieron entradas por el cambio de ganadería. Lleno. Acudió el rey emérito, acompañado de Enrique Ponce, al que los espadas brindaron sus tres primeros toros.
Toros de El Vellosino, para "El Juli", Perera y López Simón. El sexto, devuelto a los corrales, fue sustituido por uno de Garcigrande. La corrida anunciada del hierro de Jandilla, no pasó el reconocimiento, siendo necesario ver veintiuna reses, para sacar lo que salió. 
¿Quién aprobó esa impresentable corrida, tanto por arriba como por abajo? Supongo que los veterinarios, y probablemente contaran con el asesoramiento de los carniceros. El presidente de la corrida, tuvo que dar su visto bueno y firmar las actas. ¿ Quién fue el mandamás de todo este engendro? Hay en esta componenda, una figura que tiene que estar felíz, el ganadero, que se quitó de encima todo lo peor que tenía en la dehesa. ¡ Y nada más y nada menos que se los sacaron en Madrid! en plena feria de San Isidro, y en un cartel con dos poderosas figuras. Una mas que otra.
No es de extrañar, que tras romperse el paseíllo, las palmas de tango aparecieran, y la lidia fuera un carrusel de quejas, con pancartas, protestas y demás muestras de desagrado. Todos los que de una manera u otra participaron en la elaboración de este espectáculo, son responsables de hacer caer la fiesta, hasta niveles que no lograran alcanzar los podemitas, con todas las armas que tengan.
Cuando falta el toro en una plaza, nunca se podra hablar de toreros, por muy bonito que sea el vestido que se pongan. Y que sepan los del reluciente, que no hay nada mas ridículo, que intentar torear cuando falta la materia prima, por mucho que rebusquen,

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