Vigésima de feria. Veinticinco de mayo. Tarde nublada y agradable. Se devolvieron entradas por el cambio de ganadería. Lleno. Acudió el rey emérito, acompañado de Enrique Ponce, al que los espadas brindaron sus tres primeros toros.
¿Quién aprobó esa impresentable corrida, tanto por arriba como por abajo? Supongo que los veterinarios, y probablemente contaran con el asesoramiento de los carniceros. El presidente de la corrida, tuvo que dar su visto bueno y firmar las actas. ¿ Quién fue el mandamás de todo este engendro? Hay en esta componenda, una figura que tiene que estar felíz, el ganadero, que se quitó de encima todo lo peor que tenía en la dehesa. ¡ Y nada más y nada menos que se los sacaron en Madrid! en plena feria de San Isidro, y en un cartel con dos poderosas figuras. Una mas que otra.
Cuando falta el toro en una plaza, nunca se podra hablar de toreros, por muy bonito que sea el vestido que se pongan. Y que sepan los del reluciente, que no hay nada mas ridículo, que intentar torear cuando falta la materia prima, por mucho que rebusquen,
No hay comentarios:
Publicar un comentario