Veinticuatro de mayo. Décimo novena de feria. Lleno, en tarde agradable, con momentos de viento, que pudo molestar a los toreros.
Diego Urdiales, David Mora y Roca Rey en los carteles.
De principio a fin, la tarde fue de Mora. El público le sacó a saludar al romperse el paseíllo, dos años ya de su tremenda cornada, Brindó su primer toro al doctor García Padrós, con la merecida ovación a quién le salvó la vida. En las rayas del diez, con el toro en tablas, le citó para cambiarle por la espalda, llevándose una voltereta, que hizo pensar en que tenía que volver a la manos del galeno. Tras unos momentos de reanimación, le pegó tres muletazos por bajo, que tuvieron usía, y que pusieron la plaza a revientacalderas. El toro, obedecía a la muleta, en cuanto que se la enseñaba, con embestidas nobles y repetitivas. Hubo muletazos en los que faltaron apreturas, que no temple, pero aquella dinámica que arrastraba a la plaza, no había quién la pudiese parar. Cuando se perfiló para matar y logró aquel estoconazo del que salió rodao Malagueño, la plaza se blanqueó de pañuelos, hasta que el presidente concedió las dos orejas, a la vez que sacaba el azul, para dar la vuelta al ruedo al bravo ejemplar. El quinto, tuvo un molesto cabeceo en la muleta, echando la cara arriba y le despachó de media caida. Urdiales, no se acopló con el buen primero, y aunque sacó algun muletazo oleado, estuvo mal con los aceros, siendo avisado. Al cuarto, lo despachó con una perpendicular de rápido efecto. No tuvo un pase. Tanto Mora como Roca Rey brindaron sus dos últimos toros al nobel Vargas Llosa. Su compatriota, estuvo valiente, pero ni ligó ni templó.
De Pedro picó bien al segundo.
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