Dieciocho de mayo. Undécima de feria, con lleno de No hay billetes y tarde nublada y agradable.
Se aplaudío a Padilla, obligándole a saludar tras romperse el paseillo. Paseillo espantoso, con Castella a la carrera.
Toros de Jandilla, correctamente presentados, que se diluyeron como azucarillo en el agua. Solo el cuarto cumplió en varas. En los otros cinco sobraron los picadores. Nobles y flojos
Y hubo oreja. Baratita, de esas que no se recuerdan, en cuanto que pides la primera caña. Pero la confrontación sol versus sombra volvió a dar réditos. Comenzo Castella la faena, como se puedan imaginar una faena de Castella. Previsible. A los medios y cite para sacárselo por detrás, ante la emoción del ya enterado público. Luego muletazos sueltos, arrimón con algún enganchón que otro y una casi entera de rápido efecto. Hubo petición y trofeo. Al segundo, escarbador y flojo le despachó de un bajonazo.
Roca Rey, brindó al público el tercero, un toro apenas picado, que se cayó, y al que no se veía nada para tal brindis. Se arrimó entre palmas de tango y dejó una estocada. Y al sexto le persiguió por toda la plaza, acabando en tablas del cuatro. Y Padilla, recibió la ovacion, delegó en su banderillero la lidia del cuarto, banderilleó y se fue. Buenos mal que no apareció la lluvia, en esta tarde para olvidar.
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