No estuvo la corrida al nivel de lo que la afición esperaba, y es que estas ganaderías a las que se conoce y valora por unas características entre las que destaca la fortaleza, la presentación, la dureza, incluso la bronquedad y la mansedumbre, sobre todo de salida, no lograron aproximarse a este estereotipo. El festejo acabó como empezó, sin que la plaza despertara, salvo con la vuelta al ruedo tras el percance de Juan de Castilla, algún muletazo de Castaño, y los pitos a Robleño en el cuarto. Le sacaron a saludar tras romperse el paseíllo, se despide de Madrid con la corrida de Adolfo. Creo que se pitaron en el arrastre a los seis lidiados y D. Máximo tuvo que recomponer al colombiano tras una fea cogida, que afectó a la caja de herramientas. Por suerte pudo salir a matar al sexto, que fue tan descastado como el resto del encierro. Un aburrimiento, que por lo menos fue breve.
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